Victoria Santos: “Los acahuales pueden generar ingresos a ejidatarios y pequeños propietarios, pero hay que simplificar la normatividad.

Victoria Santos 

Por: Carolina Peña / Bosques y Buen Vivir / Estudios Rurales y Asesoría Campesina, A.C. Junio de 2021

Buena parte de las selvas de Quintana Roo, son en realidad resultado de actividades tradicionales de cultivo que se han practicado por muchos siglos. La abundancia de especies útiles es resultado de este trabajo, que en ocasiones parece más "jardinería" que "explotación" de una vegetación "prístina". 

Las áreas trabajadas siguiendo prácticas tradicionales, con un objetivo básicamente de ayudar a la subsistencia de las familias del lugar, deberían tener un tratamiento distinto al de las áreas de bosques viejos que se explotan con fines comerciales. Tendrían que considerarse como terrenos diversos a lo forestal, y regularse igual a otras actividades agropecuarias, no como explotaciones madereras con fines comerciales, dijo la M.C. Victoria Santos Jiménez.

Victoria, que es coordinadora de Proselva Tropical de Quintana Roo, S.C. puntualizó que, en la Península de Yucatán, la vegetación cultivada con técnicas tradicionales, también llamada vegetación de "huamiles" o "acahuales", abarcan posiblemente entre el 40 y el 60% de la superficie arbolada total. El apoyo a que estas actividades de cultivo continúen, significa ayudar a mantener buena parte de la cubierta forestal de la región y la enorme diversidad de plantas y animales asociada a dicha cubierta.

A pesar de que las selvas de la Península de Yucatán se han manejado por siglos mediante técnicas tradicionales, cuando un miembro de una comunidad local quiere llevar sus productos forestales al mercado, se topa con una serie de requisitos que han sido diseñados para atemperar la voracidad de las empresas madereras, pero que no tienen ningún sentido para comunidades que han cultivado las selvas generación tras generación continuó comentando la M.C. Santos Jiménez.

En el tema de las maderas preciosas, hace 30 años, gracias al cultivo de la selva con técnicas tradicionales, en la zona había gran abundancia de caoba (Swietenia macrophilla), pero debido al mal manejo de empresas concesionarias y paraestatales, la caoba se ha ido perdiendo y con ella, la oportunidad de generar riqueza local.

La caoba y otras especies se reproducen en los sistemas tradicionales mayas

Tim Synnot escribe lo siguiente en un estudio sobre la ecología de esta especie (1):

"Ahora, el futuro de los bosques depende de seguir mejorando el manejo, con bases de conocimientos sobre la regeneración y crecimiento de las especies principales, y con un fortalecimien­to de las técnicas y sistemas de ordenamiento y gestión forestal. La caoba sigue teniendo un papel clave en el manejo",

En dicho estudio, el Dr. Synnott reconoce la importancia de las actividades agrícolas en la dinámica de regeneración de la especie:

"En áreas de cultivos abandonados, las condiciones son ideales para la regeneración de la caoba (siempre y cuando lleguen sus semillas): la vegetación incluye hierbas anuales y de corta vida, junto con arbustos y árboles coloniza­dores, lo que da una sombra no muy densa con pocas plantas perennifolias en el dosel. Así que es posible que muchas áreas buenas para la caoba tengan su origen en cultivos abandonados" (1).

La permanencia de muchas especies útiles, y la persistencia de las técnicas tradicionales son de gran importancia económica para las familias de la región. Mientras que los cultivos anuales de la milpa producen calabaza, chile, maíz, y muchas otras plantas alimenticias, las áreas de crecimiento de árboles, llamadas "huamiles" o "acahuales" por la gente de fuera, y sac kaab, X-lab hubché, Mején hubché, o Nukuch hubché en maya , según su grado de desarrollo, producen muchas otros productos de importancia para la economía local y regional.

Santos subrayó la importancia de entender cómo las familias en las zonas forestales, además de la milpa producen materiales para los que hay mercado tales como "jiles", bajareque, guano, carbón entre otros.


Los jiles, bajareque, y guano son materias primas para las viviendas mayas

Conforme se desarrolla el huamil se tienen diferentes condiciones. La cantidad y tipos de productos que se obtienen también son distintas.  Cambia la diversidad de especies forestales y la fauna según se incrementa el diámetro y altura de los árboles y plantas.  

Sin embargo, es difícil para las familias desarrollar el potencial de producción sostenible vinculado a las prácticas tradicionales de cultivo de la selva, porque se topan con un esquema normativo que no está pensado para este tipo de productores y por lo tanto también se les niegan los apoyos técnicos, financieros y de acceso al mercado que se les ofrecen a otros productores.

Bosques para el Buen Vivir

El tipo de problemas que enfrentan las familias, las comunidades y las organizaciones en la Zona Maya, se dan en muchos otros lugares de México. Por esta razón, la Organización de Ejidos Productores Forestales de la Zona Maya, la Sociedad de Ejidos Productores Forestales de Quintana Roo, la Coordinadora de Organizaciones Campesinas Forestales de Quintana Roo, y otras 15 organizaciones de todo el país, lanzaron la Iniciativa “Bosques para el Buen Vivir” (BBV), que consiste en emprender acciones para fortalecer los sistemas locales de manejo forestal, fortalecer las Empresas Forestales de Economía Social y dialogar con las autoridades de los gobiernos para mejorar las instituciones que regulan la actividad forestal. En este contexto, La Iniciaitva BBV promovió una visita el pasado 4 y 5 de abril de representantes de la SEMARNAT y de la CONAFOR e integrantes de la Iniciativa a la Zona Maya de Quintana Roo, con el objetivo de visualizar la situación actual sobre el manejo de los huamiles, y visualizar formas institucionales innovadoras para apoyar los sistemas tradicionales de cultivo que protegen a las selvas y a la diversidad biológica.

La visita se llevó a cabo en el ejido Chan Santa Cruz, con la participación de representantes del gobierno, de la Iniciativa BBV y de académicos de la Universidad Autónoma Chapingo y El Colegio de la Frontera Sur, que fueron recibidos por representantes ejidales, mujeres, y ejidatarios de Chan Santa Cruz y otros ejidos cercanos, vinculados con la OEPFZM.


El sistema de manejo forestal en la Zona Maya

La dirección técnica de la OEPFZM, con el apoyo de la Dra. Angélica Navarro Martínez, presentó el mapa de vegetación y usos del suelo del ejido Chan Santa Cruz preparado por El Colegio de la Frontera Sur, mostrado a continuación.


En este ejido, al igual que en otros ejidos miembros de la Organización, desde hace más de tres décadas se ha definido una “Zona Forestal Permanente”; es decir, un área destinada exclusivamente al manejo forestal sostenible, que se ha respetado todo ese tiempo. El resto del territorio ejidal, está destinado al usufructo de familias de ejidatarios, que aprovechan las tierras y la vegetación usando sistemas milenarios de “roza-tumba-quema”. Es común que las tierras dentro del área agropecuaria asignadas a cada familia, se distribuyan en varios “trabajaderos”. De esta manera las familias reducen su vulnerabilidad ante la ocurrencia de fenómenos naturales, pues en caso de fenómenos como una inundación, la familia pierde una parte de su cosecha, pero no toda.

En el contexto del encuentro mencionado, el 4 abril el grupo visitante tuvo la oportunidad de conocer distintos trabajaderos como el del Sr. Antonio Dzib, ejidatario del ejido Chan Santa Cruz, quien comentó que proviene de una familia tradicional maya de varias generaciones y que actualmente es el presidente del Comisariado Ejidal. El Sr. Dzib comentó que él aprendió de su abuelo a trabajar su milpa. Actualmente labora en familia. Son 4 jefes de familia y en conjunto, tienen derecho a 120 hectáreas de huamiles en el área agropecuaria del ejido. Afirmó que, recibe unos $2,000 pesos anuales de reparto de utilidades por el aprovechamiento de la Zona Forestal Permanente del ejido.

Se visitó una plantación de piña, como parte del esquema de Milpa Intercalada con Áreas Forestales (MIAF) del Programa “Sembrando Vida” en un “trabajadero” de Antonio Dzib Tun

El trabajadero de don Antonio se divide de la manera siguiente:

a) Huamil de 3 años (sac kaab de 3 años también conocido como cañada). Milpa con frutales y área de especies forestales de 2.5 hectáreas. Para ello, Antonio decidió no tumbar toda la vegetación porque tiene muchas especies forestales comerciales de considerable diámetro y altura, que bien podrían utilizarse como hiles (palizada). Destaca mucha regeneración de tzalam (Lysiloma latisiliquum) y otras especies forestales comerciales como el jabín (Piscidia piscipula), el tastab (Guettarda combsii), entre otras.

b) Huamil de 6 años. En este huamil el año pasado en una hectárea, el Sr. Antonio Dzib sacó 2000 jiles, las pieza de menor diámetro de la palizada que se usan para sostener la palma de guano o el pasto que se usan para techar las construcciones tradicionales. Una pieza de estas vale en el mercado 6-7 pesos; es decir, la cosecha de jiles del Sr. Dzib vale 12,000 - 14,000 pesos. Actualmente ya hay más jiles que se pueden extraer en esa misma superficie.

c) Huamil de 8 años. A esta edad del huamil ya se pueden obtener bajareques, aunque el Sr. Antonio no ha cosechado mucho todavía.

d) Huamil de más años. Según la edad del huamil, tiene diferente fertilidad y la cantidad y tipos de productos que se obtienen son diferentes. Y eso también aplica a la diversidad de especies forestales y el diámetro y altura de las mismas.

e) Huamil de 18-20 años. Este huamil lo tiene reservado, ya que por ahora está trabajando en huamiles de 8-12 años.

f) Rodal de monte alto (Akalché). Por el tipo de suelo inundable, no es propicio para hacer milpas.

En 6 años, los árboles están en pleno crecimiento. Además de la regeneración natural, Antonio Dzib está plantando especies de alto valor económico, incluyendo la caoba (Swietenia macrophylla), que se agregan a la regeneración natural de otras especies, como el Tzalam (Lysiloma latisiliquum).

Como es tradicional en la región, Antonio para hacer su milpa, utiliza uno de sus huamiles que tienen entre 8 y 10 años y lo trabaja con el sistema tradicional de roza-tumba-quema. En promedio trabaja 3 hectáreas, durante 2 años y de ahí, tumba otro huamil.

En el huamil de 8 años se observa la formación temprana del dosel forestal. La presencia de especies de importancia económica, como el Tzalam.

La burocracia impide a la gente desarrollar el potencial productivo de la selva

Actualmente, un ejidatario como el Sr. Antonio Dzib, recibe unos $2,000 pesos anuales de reparto de utilidades por el aprovechamiento de la Zona Forestal Permanente del ejido. Si los ejidatarios como él pudieran aprovechar los productos de los huamiles, los ingresos familiares provenientes del sistema agroforestal que forma los huamiles, podrían ser 8 a 10 veces mayores. Sin embargo, esto no se puede hacer, pues la SEMARNAT pide la presentación de un programa de manejo y de una manifestación de impacto ambiental como requisitos para autorizar un aprovechamiento. La contratación de los profesionistas capaces de formular dichos estudios está muy lejos del poder adquisitivo de las familias mayas.

Como resultado, en la actualidad se está perdiendo mucho del potencial productivo, y en algunas áreas de Quintana Roo y de la Península de Yucatán, las tierras se están dedicando a usos no forestales; como consecuencia, al no poder llegar al mercado, los productos que podrían generar valiosos ingresos  se pierden en incendios.

Al respecto, la M. C. Victoria Santos precisó que las normas y procedimientos actuales para el aprovechamiento de recursos forestales maderables y no maderables, dejan a los pequeños productores al margen de la legalidad, ante la imposibilidad de cumplir con todos los requisitos que se exigen para el otorgamiento de permisos de aprovechamiento y otras actividades incluidas en las Reglas de Operación publicadas.

Santos Jiménez recalcó que se confunde aprovechamiento de acahuales con cambio de uso del suelo. A través del sistema patrimonial que establece una regulación por área y un enfoque de paisaje, se incluyen los acahuales con su forma de preparación de la tierra mediante el sistema tradicional roza-tumba-quema, como sistema silvícola. El sistema patrimonial introduce el problema ya que integra lo forestal y lo agrícola. Es importante asegurar que los acahuales no estén bajo la misma ley forestal -dijo-, y tratar este recurso como un barbecho forestal dentro de un método agrícola. En su opinión, es un error que los acahuales sean parte del sistema patrimonial.

Una posibilidad -continuó Santos Jiménez- es diferenciar los productos forestales de los huamiles respecto a otros productos forestales. Actualmente está considerándose una propuesta de cambio en la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, que consistirá en reconocer que los huamiles son áreas en las que el aprovechamiento de madera a escala industrial no es posible, y que debería abordarse la regulación de estas áreas con un enfoque distinto, más parecido al que se tiene en las actividades agrícolas. Dicha iniciativa fue aprobada por los diputados y turnada a la cámara de senadores.

Si se reconoce que los productos forestales “menores” que se obtienen de los huamiles son producto del trabajo de los productores, se debe reconocer que quienes cultivan los huamiles tienen el derecho de aprovechar sus productos, tal como se hace con los productos de las áreas agropecuarias o las plantaciones.

Surge entonces el problema de cómo amparar el transporte, almacenamiento y venta de los productos forestales de los huamiles. Se planteó que se podría resolver integrando un registro de acahuales, de modo que al transportar los productos forestales, se compruebe su procedencia legal. Actualmente la SEMARNAT trabaja en estructurar un registro nacional de acahuales. Una vez estructurado el registro mencionado, sería factible que los productores registrados hagan avisos de aprovechamiento simples, para  aprovechar de manera legal los productos forestales de sus huamiles. Este esquema podría ser semejante al que se usa en la actualidad para las plantaciones forestales. Mantener un registro y un plan de cosecha sencillo, con muchos menos requisitos que los de un Programa de Manejo Forestal. Se podría diseñar un esquema semejante para que los productos forestales de los huamiles cuenten con trámites legales sencillos.

Otra cuestión a esclarecer es la definición de los métodos o procedimientos para el manejo y aprovechamiento de los huamiles o acahuales, y los métodos para estimar los volúmenes a extraer, sin caer en complicaciones que implicarían para los pequeños productores la gestión un programa de manejo  difícil de cumplir.

Por último - enfatizó-, la normatividad es única para México y abarca todo tipo y tamaño de masas forestales. Con ello se pierde especificidad regional en un país que se caracteriza por su alta diversidad biológica y sociocultural.

La M.C. Victoria Santos resumió que la propuesta es adecuar la normatividad y trabajar para ello, ya que actualmente las dependencias carecen de un instrumento real de desarrollo. Es esencial -continuó-, coordinarse como en este encuentro organizado por BPV. Lograr que los distintos sectores involucrados y/o interesados en este tema, es decir, autoridades ejidales y representantes de pequeños propietarios, instancias gubernamentales, civiles y académicas, unan esfuerzos para cambiar los procedimientos, pues en la práctica actual, la normatividad enfatiza aspectos secundarios y se ignoran aspectos socioambientales fundamentales para definir la dinámica de cambios en la cobertura arbolada y en la diversidad biológica.


Etapas de desarrollo de la selva:

Etapa I: Representa al X-lab hubché (4-5 años de abandono, Cruz-Martínez, 2000). Monte joven, hiles o palos delgados para entramado de 2 a 6 cm. En esta etapa se observa regeneración de tzalam (Lysiloma latisiliquum) y otras especies forestales comerciales como el jabín (Piscidia piscipula), el tastab (Guettarda combsii), entre otras. Se obtienen hiles (piezas de menor diámetro de la palizada que se usa para sostener la palma de huano o el pasto que se usan para techar las construcciones rústicas), esta pieza en el mercado está entre $ 6.00 y $7.00 pesos por unidad.

Etapa II: Representa al Mején hubché o Hubché (5 a 10 años de abandono, Cruz-Martínez, 2000). Se obtienen maderas blandas, tablas rajadas para “tapiar” la casa. A esta edad del huamil ya se pueden obtener bajareques.

Etapa III: Representa al Nukuch hubché (10 a 20 años de abandono, Cruz-Martínez, 2000). Se extrae zapote de 25 cm de diámetro. Horcones.

Etapa IV: Monte Alto o Ka’ax (Cruz-Martínez, 2000). Se trata de una área de edad avanzada, de por lo menos 50 años.





Referencias:

(1) Synnott, Timothy J. "La caoba en la península de Yucatán: ecología y regeneración." Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad-Corredor Biológico Mesoamericano México. Serie Conocimientos 7 (2009).

(2) Navarro-Martínez, A., Mendoza Briseño, M., Negreros-Castillo, P., Del Ángel Santos, D.: "Sistema patrimonial de manejo forestal para selvas productivas de México". Chetumal, Quintana Roo, México: El Colegio de la Frontera Sur, 2021.


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