Voces de mujeres cafetaleras que transitan a la agroecología

 


Por Gabriela Guzmán Gómez / Boletín Guanacaxtle No. 8 - abril 2025. Los testimonios se obtuvieron a partir de entrevistas a varias compañeras de San Miguel Tlapéxcatl y Limones, Cosautlán, Ver., que participan en el Proyecto Sistemas Agroforestales Sostenibles para el Buen Vivir que impulsa Estudios Rurales y Asesoría Campesina A. C. 

Desde hace varios años, llevamos a cabo el proyecto“Sistemas Agroforestales Sostenibles para el buen Vivir” en dos comunidades de Cosautlán y una de Xico, Veracruz. En las comunidades de Cosautlán, el café sigue siendo la actividad principal de las familias; en Xico, la cafeticultura es una actividad secundaria y su importancia radica en la fuerte identidad cafetalera de la región.

La finalidad es revitalizar la cafeticultura, avanzar en la transición agroecológica y asegurar el buen vivir de 70 familias de una región donde las fincas están deterioradas por el sistema extractivo que se lleva a cabo, herencia del Inmecafé. Si bien siguen siendo cafetales de sombra y no se suelen utilizar pesticidas ni herbicidas, se aplican grandes cantidades de fertilizantes químicos, causantes del deterioro de los suelos.

Este hecho, aunado a la ambición de las industrias que pagan precios muy bajos al café, ha generado un proceso de pauperización de las familias de pequeños productores. 

Este sistema productivo sigue manteniéndose en las comunidades gracias al aporte económico de hombres y mujeres que salen de la comunidad a trabajar como albañiles, trabajadoras domésticas o como migrantes en otros países. 

Para este proyecto se convocó a hombres y mujeres; quienes asisten a las capacitaciones y reuniones son, en su mayoría, mujeres. Estas son las voces de varias de ellas. 

¿Qué hacemos para transitar a una finca agroecológica? 

Me empecé a concientizar para que mi terreno fuera agroecológico y cosechar alimentos limpios. Para sombrear las matas de café siembro árboles que den abono y frutales; limpio la finca solo con machete, no uso azadón, porque se lava la tierra, y sembramos barreras vivas para retener el sámago (humus). 

Estamos cuidando el arroyo. Hemos aprendido a sembrar nuevas plantas de café, las plantas viejas están tiesas y ya no dan. Aunque sentimos feo, hay que tirarlas. 

Llevamos a la finca la pulpa, abono de chiva, ceniza y abono de burra, también le echamos bioles y todo lo que nos enseña para probar: lombricomposta, cal, microorganismos, minerales, son cosas nuevas que no sabíamos. Aunque todavía falta, estamos viendo cambios en la tierra.

Antes solo íbamos a la finca a cortar el café. No ha sido fácil cambiar porque es muy cansado, no estamos acostumbradas a este trabajo. Sí cuesta como mujer, pero hay que echarle ganas, es solo que queramos trabajar. Hay veces que sí tenemos que pagar para hacer algunos trabajos. 

Difícil cuando comencé hace 10 años, nadie quería hacer los trabajos y me trataban de loca, decían que no se iba a poder sin químicos. Ahora, ahí está mi finca produciendo, y se sorprenden. 
No ha sido fácil por la mentalidad de los esposos: es su café, sus terrenos, su autoridad. Él no quiere que yo lo haga en toda la finca, quiere ver resultados. Así que este año cada quien trabaja una parte de la finca. 

El año pasado le dije a mi esposo que había broca en el café y se la enseñé. Antes eso yo no lo veía. Este año ya no hubo broca por las trampas que pusimos. 

Como mujer estoy muy contenta trabajando en el campo, se siente bien familiarizarnos con el café. Ir a la finca me desestresa, siempre hay trabajo para hacer ahí




Avanzar en la apropiación del proceso productivo 

Recolecto el café, bien maduro para procesarlo. Ya no vendemos nuestro café en cereza porque lo pagan muy barato. Solo vendemos un poco de café cereza para tener dinero para procesar el café. Las mujeres estamos haciendo nuevos procesos, estamos aprendiendo a fermentar el café, nos arriesgamos. 

Me gusta juntarnos entre puras mujeres, empezamos a aprender con poquito café. Ahora hicimos 100 kilos de cereza entre 3 compañeras y salió bien. Nos llevamos bien, el trabajo en equipo no es pesado. Al compartir con otras personas, una aprende, ya vimos que sí podemos sacar un buen café pergamino que da más rendimiento, mejor calidad y mejor precio. También estoy aprendiendo a sentir los sabores. 

Incluyo a mi hijo y a mi hija, ya les enseñé a cortar puro maduro. El hijo saca las zarandas para secar el café, pregunta mucho y le gusta lo que yo hago y yo lavo el café y él sube las lonas llenitas. Mi hija corta y nos prepara la comida. Trabajamos juntos, es una unión en familia, de ahí lo vendo también y sé que todos generamos ese dinero. Si algo necesitamos de ahí tenemos un ingreso y comemos toda la familia. 

Lo que más nos dificulta es que hay hombres que no están de acuerdo, ellos van enfocados al lavado tradicional del café. Está cambiando la tierra, los trabajos de la finca y los procesos que hacemos con el café ambos son juntos. Con estos trabajos, la finca nos va a agradecer. 

Nosotras ya somos pergamineras, ya sabemos a cómo se vende la taza de café en una cafetería, por eso formamos una cooperativa con varias familias, trabajamos mujeres y hombres para vender café tostado y molido. Ya tenemos una marca y una bonita presentación. Nuestros sueños son que el café se dé a conocer más y no darlo a un coyote, que tengamos un mercado estable para vender tostado y molido. Queremos llegar a ser grandes y que nos pidan café en cantidad. 

Es de mucha ayuda ser socias de la cooperativa para hacer los procesos de café, es más trabajo, pero el café es más valioso y mejor pagado. Queremos encontrar nuevos mercados que sí paguen por las mejoras que estamos haciendo. 




Transición agroecológica y empoderamiento de las mujeres 

Ya puedo decir que con lo que yo trabajo y el dinero que aporto soy independiente y sí ayudo en el campo. Me siento autosuficiente, muy contenta y satisfecha. Me he enseñado a valerme por mí misma, y a verme que sí sirvo. 

Con mi esposo lejos he tenido que tomar decisiones de la familia y de la finca, y me asombro cómo ha cambiado mi proyecto de vida. 

Yo le digo a mi marido que el trabajo que estoy haciendo es para mi bien, tu bien y el bien de la familia. Implica mucho diálogo y dificultades, pero vamos logrando el respaldo de la familia. Él ya está cambiando también. Por el tiempo que implican los trabajos de procesar el café, él ha tenido que hacer trabajos que antes no hacía, trabajos de cuidado de la familia como ayudar en las tareas, dar de comer a los hijos… 

Nos sentimos realizadas, tranquilas, felices de ver que somos capaces de hacer cosas nuevas y que como mujeres, podemos. Ya no soy solo ama de casa y mamá. Cada año voy descubriendo cosas nuevas y me siento capaz de hacerlas. Con el trabajo que estamos haciendo vemos que es posible el cambio. Da emoción y da ánimos para seguir.


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